sábado, 4 de marzo de 2017

Extraordinaritis

El año en que estamos será muy duro para los frikis de las cofradías: que yo sepa, no está prevista ninguna salida extraordinaria de pasos de Semana Santa fuera de temporada, aunque a estas alturas tan tempranas todavía estamos a tiempo de que alguna –con licencia de Palacio, por supuesto– se acuerde de que en 2017 se cumplen nosecuantos años de que al prioste se le ocurrió sustituir un romano del misterio por otro del imaginero más fashion del momento.Lo siento por esos frikis, que ya estarán pensando en las anunciadas o previstas para 2018 (a vuelapluma se me ocurren dos, ya veremos). A mí, qué quieren que les diga, me aburre ya tanta efeméride cogida por los pelos que sólo sirve para mayor honra y gloria de… bueno, ya saben de quién o de quiénes. La verdad, pienso que estamos trivializando la cosa. En los últimos cinco años hemos tenido dos magnas (una no la vi ni por el forro, la otra sólo en el interior de la Catedral), y un número de procesiones pretendidamente extraordinarias que me han hecho perder la cuenta (que yo recuerde sólo he visto una), sobre todo si recordamos el lamentable récord de una cofradía que, desde 1991, ha hecho nada menos que siete salidas con pasos y sin nazarenos. ¿Qué va a quedar de esa hermosa espera que hemos vivido cada año quienes hemos mamado el amor a la Semana Santa en el pecho de nuestra madre? Ya nos hemos quitado hace mucho tiempo el íntimo estremecimiento que nos recorría cuando escuchábamos de lejos, en esas tardes de febrero en que la tibieza del sol «anuncia ya la primavera», el primer quejido lejano de una corneta, quizá desafinada –¿y qué nos importaba?– nos anunciaba que se aproximaban los «días santos», tal y como reflejó Pablo García Baena en un poema canónico.A mí me gusta la Semana Santa, con sus pasos, sus bandas o su silencio, sus flores, su azahar, sus aglomeraciones… y sus nazarenos, sobre todo sus nazarenos. Sin ellos… a los pasos les falta lo fundamental. Porque, encima, esas salidas extraordinarias de mayo, julio u octubre tienen un cortejo, en el noventa por ciento de los casos, manifiestamente mejorable: unas decenas de chicos y chicas con ganas de llevar un cirio durante un rato, y pocos, poquísimos hombres hechos y derechos con sus trajes oscuros y sus corbatas de colores discretos, que son los que, en realidad, dan categoría y caché a un acontecimiento que debe ser excepcional.

(Publicado en ABC Córdoba el 3 de marzo de 2017)

No hay comentarios:

Publicar un comentario